Existen individuos cual audacia y temeridad inspiran respeto. Como afrentas al destino que repelen la niebla de la fatalidad. Yacouba Sawadogo es uno de ellos. Cuando en los años 1970, las poblaciones de Burkina Faso huyen del avance del desierto y su procesión de tierras estériles, este paisano nativo del pueblo de Gourga sólo tiene un objetivo en mente: repoblar la región. Es decir, lograr lo imposible a los ojos de muchos. Decidido a que crezcan semillas en un suelo afectado por la sequía, el hombre va a poner al día una técnica de agricultura tradicional.
Llamado Zaï, el método consiste en cavar hoyos de unos 20 centímetros para depositar estiércol y compost al lado de las semillas. Después de tres años de experimentación con diversas técnicas, el treintañero obstinado de entonces cree firmemente en las promesas del Zaï. Y acertará. Desde las primeras lluvias, el resultado es evidente. Los rendimientos se multiplican por dos, hasta por cuatro. Yacouba tiene éxito ahí dónde la máquina de la ayuda al desarrollo lucha desde hace décadas. Lejos de enorgullecerse de este éxito, coge su moto y se va a recorrer los caminos de Burkina Faso para enseñar el Zaï a los agricultores.
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